La laguna estaba crecida. Como estaba frío, no quise meterme al agua y me acosté sobre un muelle precario, cerca de la bomba de agua, y me estiré para sacar los camalotes y las otras plantas acuáticas que quería llevar al estanque del fac. Las tablas crujieron, una se rompió y mi pierna entró en el agua hasta la rodilla. Estaba muy fría, y yo con pocas ganas de bañarme, prendida como Tere desesperada a un poste de aspecto poco confiable que se movía peligrosamente. Pero no me ahogué, sigo acá.